lunes, 21 de marzo de 2011

LASCIVIA POÉTICA


   He oído alguna vez pero pudiera parecer extravagante o un exceso, quizás, de inmodestia, el célebre discurso sobre el origen divino de la inspiración, como si acaso la arquitectura del poema fuese obra de un arranque místico, inquietante. No negaré que me erotiza semejante teoría de la creación poética pero, lejos de esa fantasía vanidosa -no exenta de lirismo, por cierto- prefiero especular con la existencia de una lascivia poética tan rotunda que -no me cabe duda- tienta al escritor. Menos bucólico y más terrenal, por tanto, es el origen de la inspiración que reside -en mi opinión- en una lujuria impredecible bajo el asombro -no menos inquietante- del propio sufridor. Y quizás no haya un origen, sino muchos, y en cada uno la respuesta no sea una sola, sino todas. Vino a decirnos la escritora Chantal Maillard en un poema: “...yo sólo escribo / para colmar la distancia / entre mi miedo y yo”. Y en su libro “Matar a Platón” sigue diciendo: “Escribo / porque es la forma más veloz / que tengo de moverme”.
Después de esta visión conmovedora, entendemos que escribir puede ser un experimento emocional, una manera de apearse de los ojos en marcha para arrojar lo que sólo una mirada puede volcar en los folios inevitablemente. Porque no siempre las deidades están detrás de todo.


1 comentario:

  1. No dudo que escribiendo tal y como lo haces, no camines sino dances, siempre hacia lo alto. Me ha encantado tu palabra. Abrazos

    ResponderEliminar