domingo, 29 de abril de 2012

"EL EJE IMAGINARIO" de ROSARIO TRONCOSO



    Después de hacer un alto en el camino de las publicaciones durante cierto tiempo, Rosario Troncoso vuelve a la carga, esta vez con "El eje imaginario", un libro que tiene mucho de impresiones y vivencias personales, como ella misma manifestara durante su presentación en la Fundación Alberti. Difícil alejar la experiencia de una misma y el resultado creativo, así lo entiende la escritora, y es que parece que sus poemas y bagajes personales ajustan cuentas en la intimidad de los inventarios y, esta conciliación en el ritmo, sentencia una literatura elegante de intuiciones donde -dicho sea de paso- arbitra sosegadamente el equilibrio y las cosas llamadas por su nombre. Es ahí donde, sin ningún fleco de reparo, Rosario Troncoso engatusa al corazón del lector, a quemarropa y sin dobleces.  No es extraño para aquéllos que por suerte la conocemos de cerca, toda ella sencillez y, a la vez, abiertamente entregada al género -no pocas veces magullado- de la poesía. No es fácil -lo sabemos- en estos tiempos de apatía cultural e indiferencia, pero a pesar del rebuzno amargo de las decepciones, ahí sigue, robándose su tiempo por seguir escribiendo y organizar talleres, seminarios o encuentros culturales, quizás porque en el fondo sabe que, más allá de los desdenes y desaires contra la literatura,  la recompensa es grande. Porque, verdaderamente, hay poemas que pueden intrigarnos largo tiempo, como lo hace el misterio onírico de las huellas menos dóciles en los ojos, los mismos ojos que pactan la prórroga rebelde de una historia -la suya propia a veces- en los entrepaños de un verso, vagones de aquelarres cotidianos que van volcando pasajeros en las tardes desidiosas… benditas tardes. Y eso fue lo que venía pensando mientras me encontraba leyendo El eje imaginario, una obra de oscuridades en movimiento pero no exenta de luz, donde abundan testificales de un derrumbe apocalíptico, "porque a veces la tierra / no soporta nuestro peso" o "serán chatarra todos los metales. / Engullirán billetes las hogueras" dice la escritora en diferentes poemas. Sobrecogedores parajes que delata el presente que describe y que no dista en absoluto de la realidad que cala nuestros huesos hoy día.

Pero tampoco todo va a ser demencia, aún nadie ha descubierto la cura de la lucidez, esa enfermedad que -asegura la autora- padecen los poetas. Una dolencia que, bendita sea, es patrimonio de los ojos, y de la que esperamos no se cure jamás Rosario Troncoso.