Recientemente se rindió un emotivo homenaje a nuestro amigo
Domingo F. Faílde, fallecido el pasado mes de Febrero. La Fundación Caballero
Bonald acogió la emoción de todos en un hermoso
acto, donde se dio lectura a muchos de sus poemas. Amigos, escritores y
cantautores como Javier Ruibal, Paco Medina y Fernando Polavieja se reunieron en una noche de gran calado.
La marcha de este gran escritor nos deja un mal sabor de
boca y un testamento poético de gran valor, más de una veintena de libros… Náufrago
de la lluvia, Manual de afligidos, Elogio de las tinieblas, Conjunto
vacío, El resplandor sombrío, Las sábanas del mar, La
sombra del celindo, La mala letra,
entre otros. Una trayectoria repleta de reconocimientos, una andadura lúcida y
constante por y para la literatura. No sólo se dedicó toda su vida a dar clases
de Literatura sino que confió su vida a esta materia con rotunda pasión. Prueba
de ello es su trayectoria como crítico literario, su hazaña poética, un gran
legado de poemarios reconocidos por su calidad y esa meritoria
iniciativa de organizar ciclos de poesía y ofrecer su incondicional apoyo a aquéllos que, amantes de la palabra, comenzábamos a caminar por los difíciles precipicios de la poesía.
Aún lo recuerdo llegar a aquél Taller de poesía que
impartía en Jerez hace ya muchos años nuestra también amiga Dolors Alberola, y esposa de Faílde.
Domingo solía llegar silenciosamente y se sentaba entre los últimos asientos a
esperar el final de la clase. Entonces, cuando aún no conocía a Domingo,
rumiaba mi curiosidad por saber qué había detrás de ese poeta con bigote que
sentenciaba al hablar con una lucidez casi cósmica mientras yo intentaba no
perderme el vuelo de cada frase como la alumna hechizada a la que le duele lo
aprendido. Pocas personas tienen esa capacidad de hechizar con tanta lucidez.
Sus amigos lo sabemos, sabíamos de su ironía y su forma de decir las cosas sin
censuras, su manera de abordar cualquier conversación desde un humor inteligente y políticamente
incorrecto. Así era él y lo será siempre en nuestra memoria, no cabe duda que
hay hombres que siempre permanecen.