domingo, 23 de septiembre de 2012

"PARA NO MORIR", hermoso poemario de BENJAMÍN LEÓN


   

     Este libro no es un manual al uso para no morir o pedir un crédito de siglos a la muerte. Es un hermoso poemario sobre ese estado de vida asistida que mantiene de alma presente a los que, sin estar, siguen estando. De otro modo. Tal vez éste es uno de los recados en esencia de este gran libro del poeta chileno Benjamín León, recientemente publicado por TurandotEdiciones. No en vano el poema que encabeza la obra y que lleva su propio título, “Para no morir”, acaba revelándonos que “jamás yace el poema”. Asimismo delibera su autor hacia una conclusión tajante y esperanzadora, aseverando que “toda salvedad está en los ojos, que el tiempo pertenece a la memoria, que todo fin conlleva a algún principio”. La onda expansiva de la memoria tiene un papel importante ante el dolor por los ausentes y son numerosas las formas de no extinguirse nunca con el retumbar espantoso de la palabra ayer. Se trata de un poemario inmerso en la pendiente de las fugacidades y el territorio donde esconden las sombras sus excedentes. Cada poema de esta obra es un juicio de clarividencia sobre el tiempo, el vacío, el miedo, las orillas… Y podemos explicarnos el dolor como crucial velada de la muerte, de las infancias desinfladas a golpe de reloj o de tristeza. Podemos vislumbrar en Benjamín León a un poeta con astucia, de lamentación penetrante ante el plomo de la ausencia y el brote de la muerte que –como él mismo clama- "se comparte entre los hombres y las bestias". Este libro es un quinqué al que el dolor se abraza como hace la serenidad del relente sobre los mausoleos. Sin acritud. Porque después de todo, “lo único sincero es el dolor”, afirma el autor con claridad, una confesión descarada y espeluznante que puede asustar al propio pánico. Así es la poesía de Benjamín, una declaración lúcida tras otra que paralizan al frío y al lector bajo el mismo porche. No es extraño identificar la propia aflicción con el pesar que reman las víctimas de idénticas ausencias. Un verso sólo, sólo uno, puede entonces aconsejar la ruta menos espinosa después de que alguien apague las luces o, si es preciso, emprender el desafío en contra del olvido con un candil de tinta entre las manos. Simplemente, para no morir.



Benjamín León